jueves, 26 de noviembre de 2009

Las Lágrimas del Cielo



Érase una vez un gato siamés que estaba tranquilamente de pie en su jardín, con la mirada perdida en el cielo. Poseía unos ojos grandes y azules semejantes a una mañana soleada de verano, y con una tonalidad tan bella, que cautivó a una niña que por allí pasaba. La pequeña se acuclilló arrugando su uniforme prolijamente dispuesto, apoyó las rodillas en el suelo, y extendió su mano al felino.
Una mirada desconfiada le dio a entender que no debía acercarse, y que sus esfuerzos serían vanos. Pero cuando estaba por levantarse, notó que del cielo caía una lágrima.


Nuevamente extendió sus manos hacia el gato, y con sus gestos le suplicó que se acercara:

-Quiero correr esa lágrima que tienes.- susurraba la niña inútilmente a alguien quien seguramente no entendería. Estiraba sus brazos lo más que podía, pero no pudo alcanzarlo.

El minino se sorprendió ligeramente, y empezó a acercarse luego de un rato largo. Sin embargo, apenas dejó que la pequeña, quien anhelaba quitar la lágrima de sus ojos, le rascara amablemente las orejas.


Sin desistir, la niña insinuó con sus dedos estirados que se aproximara a ella, pero por el contrario, el gato siamés se alejó hacia una esquina del jardín.

Entonces todo cobró sentido.


Un gato mucho más grande, de pelaje atigrado y de mirada seria y paternal, estaba posado sobre la medianera a punto de saltar al patio.


La niña contempló la escena comprendiendo que estaba de más pedirle que se acercara si no tenia ganas de hacerlo, de modo que se puso de pie junto a las rejas.

El gato atigrado bajó de la pared lindante y caminó con paso adusto hacia la siamesa.

Luego de eso, tiernamente secó su lágrima mientras la peinaba.

-Parece que te dijera que eres muy tonta por pensar que te dejaría sola.- murmuró la niña, sonriente, mientras se levantaba para ponerse en camino.


Echó una última ojeada hacia el jardín antes de darse la vuelta definitivamente, pero los gatos ya no estaban.


1 comentario:

Blog de 4º dijo...

Está claro tu estilo Florencia; otro texto muy logrado. Saludos